Ella lo dio todo para convertir a su hijo, el tercer Príncipe León, en Emperador. El día que se cumplió este sueño, se dirigió al lugar donde descansaba el ataúd del Emperador, donde encontró a su hijo muriendo por el veneno que él mismo había bebido. “Yo ... nunca he sido feliz en mi vida”. Solo quedó la desesperación para Elisha que se aferraba al frío cadáver de su hijo. “León…” Sin embargo, después de perder el conocimiento, se despertó y descubrió que su hijo pequeño la estaba mirando con su hermoso rostro. “Si esto no es un sueño, si es una nueva oportunidad... Robé muchas cosas en nombre de hacerlo por ti, así que si me preguntas, haré lo que quieras”. Elisha, que juró convertirse en una buena madre en esta vida, en lugar de apilar cadáveres y exprimir sangre en una guerra para reclamar el trono del Emperador, toma una decisión diferente a la del pasado al tejer lazos con su hijastro, el Príncipe Heredero.